“Sírvete del don sublime de la palabra, signo exterior de tu dominio sobre la naturaleza, para salir al paso de las necesidades del prójimo y para encender en todos los corazones el fuego sagrado de la virtud” (Regla al uso de las Logias Rectificadas, Artículo VI-I)

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martes, 25 de septiembre de 2012

Las Fuentes del pensamiento Willermoziano. Jean-Marc Vivenza



 Este texto corresponde al apartado I del trabajo
escrito por 
Jean-Marc Vivenza
(Actual Gran Portavoz del Gran Priorato de las Galias)

Previamente, para conocer la razón de la posición del Régimen Rectificado respecto a la materia, entendida tanto como constituyente del cuerpo carnal del hombre como del compuesto material común a todas las cosas creadas, atravesando los reinos de lo vivo (animal, vegetal, mineral), conviene saber cómo este pensamiento se impuso poco a poco al principal creador del Régimen hasta tal punto que se ha convertido en su pensamiento oficial, y ocupa un lugar central en los principios teóricos enseñados por la Orden, que llegan incluso a ocupar  buena parte de las últimas instrucciones destinadas a los Caballeros admitidos en la clase no ostensible [Profesos y Grandes Profesos].

Al leer los textos del Régimen, una primera constatación se impone: nos encontramos frente a un análisis estructurado, firme y construido que predomina en el sistema de Willermoz en todos los grados a través de informes metódicos resumidos en algunas tesis relativamente severas sobre el carácter corrompido y la naturaleza caída de las formas en las cuales el hombre se encuentra situado, aprisionado y obligado a vivir durante su estancia en este mundo. ¿De donde proceden estas tesis? Efectivamente, en gran parte de Martines de Pasqually (+1774), pero no solamente (el aspecto más directamente simbólico del tema en Martines –las esencias espirituosas, valor del ternario y del novenario, las facultades, etc.- ha sido abordado por Edmond Mazet en un estudio titulado “La concepción de la materia en Martines de Pasqually y en el Régimen Escocés Rectificado”, Renaissance Traditionnell, número 28, octubre diciembre 1976 *). Estas tesis, desde el punto de vista filosófico, metafísico y teológico, que es el que nos interesa en este estudio, han sido propagadas por otros autores espirituales mucho antes que Pasqually, entre los cuales están Orígenes (v. 185-253), Clemente de Alejandría (s. II), o incluso Platón y los neoplatónicos (Jámblico, Porfirio, Plotino, Damascius), o incluso más directamente San Pablo, primer maestro instructor en estos temas fundamentales, y evidentemente en el Evangelio por las palabras de Cristo que presenta una distinción muy marcada entre el mundo [material] y el cielo [mundo celeste], entre las cosas creadas e increadas, entre lo visible y lo invisible, lo que conllevará al establecimiento de una distinción básica y esencial que tomará, desde los primeros tiempos de la Iglesia, un lugar central en el seno del cristianismo: Mi Reino no es de este mundo. Si mi reino fuese de este mundo, mis servidores habrían combatido para que yo no fuese entregado a los Judíos; pero mi Reino no es de aquí” (Juan 18: 36).

Otro aspecto es a veces evocado en forma de interrogación teñida en algunos de cierta inquietud, relativa al clima propio de la historia del pensamiento religioso occidental, considerablemente influenciado por esta corriente: ¿estarían las tesis de Willermoz marcadas por una sensibilidad agustiniana? Sin duda alguna, puesto que podemos encontrar numerosas afirmaciones similares a las del Rectificado en las obras del Obispo de Hipona (De la naturaleza y de la gracia, De Trinitate, De la gracia y del libre albedrío, La Ciudad de Dios, etc.). Estas tesis, que se impondrán como marca distintiva en el pensamiento teológico de San Agustín (354-430), tratan de la corrupción del hombre, del estado degradado de la creación, del carácter viciado del mundo material, de la necesidad de la gracia, y constituyen lo que se viene a llamar efectivamente “agustinismo teológico”, que insistió con fuerza extraordinaria sobre las trágicas y negativas consecuencias de la caída: “Por el hecho de su origen, todos los hombres están sometidos a la corrupción, nuestra naturaleza viciada solo tiene derecho a un castigo legítimo… No pensemos que el pecado no pueda viciar la naturaleza humana, pero sabiendo por las divinas Escrituras, que nuestra naturaleza está corrompida, busquemos más bien cómo esto fue posible”.

¿Es por tanto ilegítimo que, tras examinar los textos del Régimen Escocés Rectificado, señalemos esta identidad conceptual entre el pensamiento de San Agustín y el de Willermoz? Ciertamente no, es, incluso para nosotros, un ejercicio útil resaltar esta unión que nos permite reubicar, sin someterla, porque conviene respetar los dominios y no confundirlos, la doctrina del Régimen en el seno de la historia de la espiritualidad cristiana. Pero conviene igualmente observar al mismo tiempo que estas tesis no son propias de San Agustín sino que son comunes a numerosos pensadores anteriores o posteriores a él, al igual que no son únicamente las de Willermoz y del Rectificado puesto que inspiraron, por citar sólo aquellas figuras que se sitúan en la inmediata periferia de la reforma de Lyon, las obras de Louis-Claude de Saint-Martín (1743-1821) y de Franz von Baader (1765-1841). La única cuestión que debe importarnos es saber lo que piensa y afirma el Régimen Rectificado, y resulta que este Régimen fundamenta precisamente sus doctrinas esenciales en las tesis neoplatónicas de Orígenes y agustinianas. Es un hecho; y si queremos estar de acuerdo con una Orden a la cual decimos pertenecer, conviene lógicamente aceptar su doctrina y profesarla, o al menos, respetar sus puntos de vista y no denunciarlos como errores y calificarlos de herejías.



* Publicado en los Boletines Informativos del GEIMME nº 29, 30 y 31 de 2011.

domingo, 23 de septiembre de 2012

La materia Reintegrada. Robert Amadou



 
"La materia reintegrada significa la materia aniquilada, puesto que, siendo su principio la nada, su reintegración no puede hacerse más que en la nada, es decir, que desaparece por completo, salvo en las formas transmutadas"

(Robert Amadou, Entretien avec Michel Cazenave, France-Culture, «Les Vivants et les Dieux», 4 mars 2000.)

jueves, 20 de septiembre de 2012

Boletín Informativo nº 35 del GEIMME. Septiembre de 2012



Monográfico dedicado a la cuestión de la Reintegración de la Materia y de los Cuerpos Gloriosos según la doctrina de la Reintegración de los seres promulgada por Martinez de Pasqually y recogida fielmente por Louis-Claude de Saint-Martin y Jean-Baptiste Willermoz.

Gracias a la excelente trilogía desarrollada por Jean-Marc Vivenza, actual Gran Portavoz del Gran Priorato de las Galias y Presidente de la Sociedad de los Independientes, se recoge un análisis exhaustivo de la cuestión enfocado desde la obra de Jean-Baptiste Willermoz según la doctrina que dejó implícita en el Régimen Escocés Rectificado, los escritos doctrinales de Louis-Claude de Saint-Martin que darían lugar a la corriente denominada Martinista formada por sus seguidores, y finalmente profundizando en la misma doctrina expuesta por Martinez de Pasqually en su Tratado sobre la Reintegración, base y fundamento del posterior desarrollo de sus discípulos.

Como complemento, a título introductorio y general se ha incluido un artículo sobre el mismo tema de Dominique Clairembault, así como algunos extractos de obras de Jean-Baptiste Willermoz y de Orígenes (a quien Joseph de Maistre calificaba como “un gran hombre y uno de los más sublimes teólogos que haya ilustrado a la Iglesia…”), cuya enseñanza concuerda perfectamente con las tesis recogidas en los trabajos presentados en este Boletín.

Creemos que estas reflexiones son de vital importancia dada la confusión que sorprendentemente reina aún en nuestros días sobre este aspecto clave y fundamental de la Iniciación cristiana, en concreto en el Régimen Escocés Rectificado. Es por ello que se debe enfatizar la advertencia de Jean-Marc Vivenza al respecto: “la Orden -es decir, el Régimen Escocés Rectificado-, posee una doctrina clara acerca de la materia expresada en términos incontestables que no permiten, a priori, duda ni reserva alguna, lo que normalmente debería eliminar toda confusión sobre estos temas para cualquiera que respete las posiciones willermozianas y no busque sustituirlas por puntos de vista extraños o exteriores a éstas, porque en el plano doctrinal [de la Orden] sólo éstas tienen autoridad”. Podríamos sintetizar en pocas palabras, pese a su extensión, el misterio doctrinal que aquí se analiza: “Perit ut Vivat”, lema que corona la iniciación masónica cristiana del Régimen Escocés Rectificado.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Discurso de Instrucción a un nuevo Élu Cohen


DISCURSO DE INSTRUCCIÓN
a un recién Recibido en los Tres Grados de
Aprendiz, Compañero y Maestro Simbólicos
de la Orden de los Élus Cohen

-Fondos Willermoz, ms. 5919-12-
El espíritu puro y simple no tiene forma ni cara visible a los ojos de la materia (…). Los hombres, a medida que se han alejado de su principio, se han acostumbrado a creer que la materia existía necesariamente por sí misma y que, por consiguiente, no podría ser completamente destruida. Si ésta es vuestra opinión, es uno de los primeros sacrificios que debéis hacer para llegar a los conocimientos a los que aspiráis. En efecto, sería atacar la unidad indivisible del Creador si admitís por un lado un ser espiritual puro y simple, y [por otro a] un ser material eterno como él, lo cual es absurdo (…). Es así como este universo de materia aparente se reintegrará prontamente en su primer principio de creación, tras la duración de tiempo que le ha sido fijada, que ha sido concebida en la imaginación del Creador. Aprended de ello, hermano mío, el caso que debéis hacer de esta materia que los hombres convierten en su ídolo, y cuánto se engañan burdamente al sacrificarle sus más preciados bienes”

Lo que se dice sobre los cuerpos particulares debe aplicarse igualmente al universo creado; cuando se haya cumplido el tiempo prescrito para su duración aparente, todos los principios de vida, tanto general como particular, se habrán retirado de él para reintegrarse en su fuente de emanación. Los cuerpos y la materia total sufrirán una descomposición súbita y absoluta, para reintegrarse también en la masa total de los elementos, que se reintegrarán a su vez en sus principios simples y fundamentales, al igual que éstos se reintegrarán en la fuente primitiva secundaria, que había recibido el poder de producirlos fuera de ella misma. Esta integración absoluta y final de la materia y de los principios de vida que sostienen y mantienen su apariencia, será tan rápida como lo ha sido su producción; y el universo entero desaparecerá tan rápidamente como la voluntad del Creador se hará oír; de forma que no quedará ningún vestigio, como si jamás hubiese existido”.

martes, 18 de septiembre de 2012

Nota sobre el concepto de transmutación de las sustancias en la doctrina de Martines. Jean-Marc Vivenza



 Este texto corresponde a la nota 4 del trabajo titulado

La producción de una nueva sustancia obtenida por transmutación de la sustancia anterior releva siempre la formación de un cuerpo nuevo, tal como explica Suárez: “Cualquier forma sustancial desaparece para dar paso a otra” (F. Suárez, Discusiones metafísicas, trad. S. Rabade). Lo que pasó con Adán, según Martines, es idéntico a lo que sucede durante el nacimiento de los seres vivos: se ha producido un cambio sustancial generando otra sustancia independiente “motus ad substantiam generatio. En todas sus transformaciones, el cuerpo, ya que Adán fue metamorfoseado en una sustancia material carnal, abandona una  forma para adquirir otra nueva: toda generación implica una modificación de sustancia en razón de la ley de degradación, “generatio unius est corruptio alterius”. Y lo que sucede en las criaturas también ocurre en la materia inanimada, donde las transformaciones sustanciales se realizan constantemente: son refrendadas por las nuevas propiedades que surgen después de algunos cambios. Así, el agua se convierte en vapor y después en aire; la madera se reduce a cenizas; el hierro se oxida; las propiedades específicamente nuevas que se manifiestan al final de estos cambios implican por lo tanto un cambio de “sustancia”. A observar que todas las sustancias corporales se componen de principios reales: materia y forma, pero si la generación es la transición del no-ser al ser, la corrupción, o la degradación en tanto que degeneración, es el paso del ser al no-ser: “geratio in rebus inanimatis est totaliter ab extrinseco, sed generatio viventium est quodam altiori modo per aliquid ipsius viventis quod est semen in quo est aliquod principium corporis  formativums” (cf. S. Th. 1 78, 2 ad 2). Podemos deducir que la degeneración de Adán, tal como es presentada por Martines, lo coloca en el “no-ser” del punto de vista antropológico, en razón de su materia impura adquirida nuevamente como sustancia componente en el presente del menor espiritual, transmutado y aprisionado en su envoltura tenebrosa. Y esta acción de Dios no tiene nada ni de imposible ni de sorprendente, ya que es capaz de operar cambios que no son simple sucesión de sustancias, sino que participan de un acto de “transustanciación” que, en virtud de su influencia absoluta sobre el ser de las cosas, puede inclinar una realidad hacia otra realidad y hacerla entitativamente diferente por conversión sustancial. En la conversión eucarística, por ejemplo, la sustancia del pan está efectivamente y físicamente identificada para ser el cuerpo de Cristo, hasta el punto de hacer desaparecer la sustancia del pan para convertirse en el cuerpo del Salvador. Y en el caso de la transmutación sustancial del Adán celeste en cuerpo de materia tenebrosa, Dios, que no actúa sobre las cosas como una simple criatura, ya que él es el Creador de todo, ha realizado sobrenaturalmente un cambio verdaderamente sustancial, porque cambió el ser de Adán,  metamorfoseando en su fondo el cuerpo celestial inmaterial que tenía nuestro primer padre antes de la Caída, para hacer un cuerpo de materia carnal, y podía hacerlo, porque él era el autor de los dos cuerpos, uno inmaterial celeste, el otro material terrestre. Esto significa que por una sola y misma acción de su omnipotencia, Dios opera tal cambio sobre el ser de Adán que se vio convertido, siendo como era un ser espiritual asimilado a los espíritus celestes, en un cuerpo de materia tenebrosa: “El Creador, para poner un ser cualquiera en privación divina, no se basa ni en la colaboración de su corte divina ni en la de los seres espirituales divinos temporales, y mucho menos aún en el empleo de esta materia grosera que usan los hombres. Solo necesita su pensamiento y su voluntad para que se haga todo conforme a sus deseos. Esa es la infinita diferencia que hay entre la fuerza de la ley divina, eterna e inmutable, y la fuerza de la ley humana, que pasa y desaparece, tan rápido como la forma corporal del hombre desaparece de la faz de la tierra en cuanto el espíritu del menor se separa de esta forma” (Tratado, 236). Pero esta transmutación que Martines denomina “cambio terrible al cual el Creador ha sometido a Adán” (Tratado, 235), fue un cambio de sustancia, debido a que Adán recibió una forma corporal material constituida de la sustancia de una forma aparente”, idéntica a “la forma corporal de todos los seres existentes en los tres mundos [que] provienen de tres principios: azufre, sal y mercurio... De hecho, ningún ser puede revestirse de la sustancia de una forma aparente sin que esta no esté compuesta de estos tres principios(Tratado, 230). La envoltura corporal de Adán antes de la Caída, destinada “para operar temporalmente las voluntades del Creador”, pues “sin esta envoltura no podría operar nada sobre los otros seres temporales sin consumirlos por la facultad innata del espíritu para disolver todo lo que se le aproxima” (Tratado, 230), envoltura corporal gloriosa que “no es otra cosa que la producción de su propio fuego”, siendo los espíritu hasta tal punto diferentes “sustancialmente” de la naturaleza corporal pasiva de la que el actual menor está constituido, la cual no soporta ningún contacto con la  materia tenebrosa sin destruirla: “teniendo en cuenta que ninguna materia puede ver y concebir el espíritu sin morir y sin que el espíritu disuelva y aniquile cualquier forma de materia en el momento de su aparición” (Tratado, 38). Por tanto, es absolutamente imposible que haya podido sobrevivir, aunque sólo hubiese la más mínima traza, por pequeña que sea, del cuerpo de gloria original de Adán en la forma material impura actual que recibió como “castigo por su horrible crimen”, puesto que si tal fuese el caso, esta traza subsistente habría sido inmediatamente un factor de disolución y de aniquilamiento de toda forma de materia. Así, y es fácil de entender, la “sustancia de la forma material” (Tratado, 70) en la cual Adán fue aprisionado, forma material sustancial que es la “figura real de la forma aparente que apareció en la imaginación del Creador y que fue rápidamente operada por sus obreros espirituales divinos y puesta en sustancia de materia aparente solida pasiva para la formación del templo universal, general y particular” (Tratado, 79), está destinada a la misma finalidad que todo lo que es forma de materia aparente sólida pasiva, por lo que debe desaparecer “en el tiempo prescrito y limitado por el Creador (Tratado, 91). El hijo de Adán, cada menor, espera en cuanto a él no una “espiritualización de la carne”, evidentemente, sino una “reconciliación tras un trabajo largo y penoso y la reintegración de su forma corporal [que] sólo se operará por medio de una putrefacción inconcebible para los mortales. Es esta putrefacción la que degrada y elimina por completo la figura corporal del hombre y hace aniquilar su miserable cuerpo, lo mismo que el sol hace desaparecer el día de la superficie terrestre cuando la  priva de su luz” (Tratado, 111).