“Sírvete del don sublime de la palabra, signo exterior de tu dominio sobre la naturaleza, para salir al paso de las necesidades del prójimo y para encender en todos los corazones el fuego sagrado de la virtud” (Regla al uso de las Logias Rectificadas, Artículo VI-I)

Seleccione su idioma

Páginas

jueves, 11 de octubre de 2012

Similitud de la "forma corporal física" con la "forma espiritual" en Martines. Jean-Marc Vivenza




 Este texto corresponde a la nota 5 del trabajo titulado

La apariencia similar entre el Adán inmaterial y el Adán después de la caída no quiere decir en absoluto, y sería inexacto llegar a una tal conclusión, que entre la “forma corporal original” de Adán y su “forma corporal actual” no haya ninguna diferencia de naturaleza “sustancial”. Martines enfatiza, por su evidente referencia a los elementos conceptuales de la escolástica y en particular a la doctrina medieval de la analogía, que entre la forma corporal original y la forma actual de Adán existe una similitud de apariencia, pero “similitud de apariencia” no es “identidad de sustancia”; es un profundo error llegar a una tal conclusión en el plano teórico, pues la analogía no afirma una identidad entre dos términos, sino una semejanza parcial, incompleta o incluso engañosa o ilusoria en algunos casos, mostrando que no hay que confundir lo que señala el “nombre” y lo que es “el ser de las cosas” (Summa. th., II-II , p. 57, a.1, ad 1um). Igualmente entre “las formas corporales activas y pasivas” (Tratado 6), y las “formas gloriosas impasivas” (Tratado, 47), la distancia es enorme, consistiendo en una “degeneración”, o incluso una “transmutación” (Tratado, 24) que es el acto de transformar una sustancia en otra, un acto de “metamorfosis” (Tratado, 195), o sea un cambio de forma consecuencia de un crimen, un crimen en la terminología martinesista que se traduce por la manifestación de una forma material, una “terrible prisión tenebrosa”, un lugar de “privación eterna (Tratado, 30), la generación de una “creación tan impura que el Creador se irritó contra el hombre” (Tratado, 23), resultando una degradación, es decir, una pérdida de cualidades ontológicas por la degeneración sustancial del primer hombre: “Adán, por su creación de forma pasiva material, ha degradado su propia forma impasiva, de la cual debía emanar formas gloriosas como la suya” (Ibid.). Esta degradación, por una degeneración de sustancia (produciendo cuerpos que difieren entre ellos “sustancialmente”, como una especie difiere de otra por generación, o degeneración, por corrupción, transmutación, metamorfosis o una pérdida de la esencia primitiva de lo que la naturaleza provee muchos ejemplos), dará lugar a un continuo y severo castigo, una “molestación” debido a la generación de materia pasiva e impura: “El Creador dejó que subsistiese la obra impura del menor, para que este menor fuese molestado de generación en generación, durante un tiempo inmemorial, teniendo siempre ante sus ojos el horror de su crimen. El Creador no permitió que el crimen del primer hombre fuese borrado de debajo de los cielos, para que su descendencia no pudiese alegar ignorancia por su prevaricación y aprendiese por ello que los trabajos y las miserias  que soporta y soportará hasta el final de los tiempos no provienen del Creador divino, sino de nuestro primer padre, creador de materia impura y pasiva” (Tratado, 23) ¿Qué va a pasar (es necesario insistir una vez más en esta cuestión) con esta materia impura y pasiva? ¿Cuál será su destino final?, ¿será “regenerada”, “transformada”, “espiritualizada”? No al menos la del mundo para Martines. Esto es lo que debe suceder según la forma corporal del menor, constituida de materia impura y pasiva: “la forma corporal del hombre se borrará de la faz de la tierra en cuanto el espíritu del menor se separa de esta forma” (Tratado, 236).

No hay comentarios:

Publicar un comentario