“Sírvete del don sublime de la palabra, signo exterior de tu dominio sobre la naturaleza, para salir al paso de las necesidades del prójimo y para encender en todos los corazones el fuego sagrado de la virtud” (Regla al uso de las Logias Rectificadas, Artículo VI-I)

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domingo, 23 de noviembre de 2014

Trabajos de Maestros Escoceses de San Andrés en Madrid


El pasado viernes día 21 la J. y P. L. Caballeros de la Rosa nº 1 llevó a cabo una Tenida de Maestros Escoceses de San Andrés donde fueron recibidos en este Grado tres nuevos Hermanos de los estamentos de ultramar del G.P.R.D.H. Dos de ellos provenían del Triángulo Jean-Baptiste Willermoz nº 3 de San Antonio de los Altos en Venezuela, que tras esta ceremonia y habiendo sido instalado su primer Venerable Maestro se constituyó en una nueva Logia de San Juan, por lo que a partir de ahora podrán ser iniciados en estos Valles algunos profanos que estaban a la espera. Igualmente fue recibido en el 4º Grado un nuevo Hermano de la R.L. Caballeros de Concordia nº 7 de los Valles de Cochabamba en Bolivia, siendo igualmente instalado como Venerable Maestro de dicha Logia.

Nos congratulamos del excelente trabajo que estos Hermanos están llevando a cabo en sus respectivos Orientes y del fortalecimiento de las columnas del Directorio Escocés Nacional en tierras de ultramar, donde nuestro Régimen consolida sus raíces para seguir creciendo con fuerza, con perseverancia y con garantías de que el edificio se construye bajo sólidos cimientos.

Con ocasión del viaje de estos Hermanos, también el sábado día 22 tuvo lugar en Madrid un seminario de formación sobre la doctrina y la historia de nuestro Régimen que fue bien aprovechado por todos los participantes que compartieron fraternalmente la jornada.

Ya  durante  esta semana retornarán a sus lugares de origen deseosos de transmitir la Luz que con tanto deseo y esfuerzo vinieron a tomar a los Valles de Madrid. Que Dios les ayude y les ilumine en esta noble labor.


martes, 18 de noviembre de 2014

Élus Cohen del Universo y Régimen Escocés & Rectificado.- Jean-Marc Vivenza

Extracto de su obra "Los Élus Cohen y el Régimen Escocés Rectificado"

La Logia es de hecho la imagen del cosmos y de su drama divino; las luminarias por las cuales se ilumina devienen “estrellas”, estrellas que simbolizan el trabajo realizado en el mundo visible e invisible.

Así se impone que pueda ser erigido un Orden iniciático de esencia caballeresca, pero de una caballería totalmente espiritual, pues está destinada a librar una batalla sutil que se halla en el invisible, capaz de luchar, no para restablecer un Orden material inexistente en favor de la historia del siglo XVIIIº, sino contra los restos de la degradación original, comprometida en un combate susceptible de reducir y abatir las fuerzas malsanas que aprisionan a los seres en las oscuras prisiones del dominio de las sombras tras la Caída.

Por otra parte es importante resaltar este programa de la “Reintegración” bajo la forma de un plan teórico y práctico, estructurado e impresionante por su sutil conocimiento de las cosas ocultas, que va a convertirse en el fundamento esencial del pensamiento Willermoziano, y que conducirá naturalmente al iniciado lyonés a constituir, al completo, el Régimen Escocés Rectificado, para que sea específicamente un instrumento eficaz de preservación, el “conservatorio” vivo de la enseñanza guardada por los Reaux-Croix, y de hecho, el depositario activo de la doctrina martinesiana así como de la “influencia espiritual” Cohen auténtica y verdadera que aún perdura, y que perdurará como única en el plano histórico, a pesar de los tiempos, conservándose válida y legítimamente por el carácter ininterrumpido de la cadena que le une a la Orden de los Caballeros Masones Élus Cohen del Universo”.       


jueves, 6 de noviembre de 2014

LA FIESTA DE LA RENOVACIÓN DE LA ORDEN.- Gilles Ducret

LA FIESTA DE RENOVACIÓN DE LA ORDEN
del 6 de noviembre
Por Gilles Ducret


He aquí que, hace poco más de dos siglos, la Masonería rectificada tomaba cuerpo en el Convento nacional de Lyon, llevado a cabo en noviembre de 1778. Es de este convento que data el Código masónico de las Logias reunidas y rectificadas que prevé, en el capítulo de banquetes y fiestas, junto a los dos San Juan, esta fiesta de renovación de la Orden del 6 de noviembre.

Dicho código precisa que durante esta última se dará lectura al Código de los Reglamentos masónicos y el Orador pronunciará un discurso solemne, en el transcurso del cual sugiere que se podrá hablar de la reforma alemana y francesa, y de los actos de beneficencia que la Masonería haya hecho en las diversas regiones de Europa.

Prevé también que se tratará, en este día, de reunir en el mismo local a todas las Logias de una misma ciudad o de una misma comarca.

No queriendo tomar aquí el lugar del Hermano Orador, nuestro papel se limitará, simplemente, a llamar la atención de los Hermanos sobre la importancia que reviste esta Fiesta, a la vez para la Orden en general, y para esta Logia y cada uno de los que la componen en particular.

Nos limitaremos pues a tres observaciones y un deseo: 

I - La importancia de esta Fiesta para la Orden en general


Esta fiesta, en tanto que Fiesta de la Orden, nos parece afirmar tres cosas esenciales:

1. La noción de Orden;
2. La idea de una renovación de la Orden;
3. La conciencia de la vocación iniciática de la Orden.

1. La noción de Orden

Esta noción de Orden está siempre presente en la masonería Rectificada.

Pero, ¿de qué Orden se trata?

El Hermano preparador lo anuncia de entrada al candidato (cf. ritual del grado de Aprendiz, pág. 32):

“Le invitará a no confundir jamás la respetable Orden de los francmasones con esa multitud de individuos, y también de Logias, que han usurpado ese título, aunque ignoran o desconocen el fin real y sus verdaderos principios, y que degradan así la francmasonería con su conducta, y más aún por las falsas doctrinas que han adoptado y que no ocultan profesar”.

El Venerable Maestro reviste al Aprendiz con el mandil diciéndole (ibid., pág. 91): “Recibid de mis manos el hábito de la Orden más antigua y respetable que jamás haya existido”.

Se trata pues, sin ningún equívoco, de la Orden de los Francmasones.

2. La idea de una renovación de la Orden

Es decir, en qué medida la Masonería rectificada ha estado deseosa, desde su fundación, por reformar, por restituir la Francmasonería auténtica.

Todo el mundo conoce ese pasaje de una carta de Willermoz a Charles de Hesse, del 12 de octubre de 1781: “He estado convencido, desde mi entrada en la Orden, de que la Masonería velaba verdades raras e importantes, y esta opinión se convirtió en mi brújula”.

Desde entonces, para Willermoz, rectificar la Masonería fue su razón de existir, haciendo de ella el vehículo de las “verdades raras e importantes” que ella contenía bajo forma velada.

He ahí lo que podemos denominar la renovación de la Orden, puesto que la rectificación esperada y obrada por Willermoz encontró su consagración en los conventos de Lyon y Wilhelmsbad.

3. La conciencia de la vocación iniciática de la Orden

Es en razón de que esta vocación iniciática de la Masonería había sido perdida de vista por lo que Willermoz emprendió su rectificación, trayendo de nuevo los Hermanos a la Orden.

Es esencial, para un Masón, sentir que pertenece a una Orden con la cual debe formar un cuerpo.

Y esta fiesta, como cada fiesta, nos permite reafirmar, de corazón y de palabra, este lazo esencial. 

II - La importancia de esta fiesta para nuestra Logia


El trabajo de rectificación de la Masonería, emprendido por Willermoz, debe ser continuado por nuestra Logia.

A este respecto, tres cosas nos parecen esenciales en la renovación de nuestra Logia:

 1. La búsqueda de la unidad;
 2. El ideal espiritual más elevado;
 3. El trabajo necesario para alcanzarlo.

1. La búsqueda de la unidad

Nuestra Logia debe tener así, continuadamente, la preocupación por su cohesión, por su unidad, que le asegurara la estabilidad necesaria en toda progresión.

2. El ideal espiritual más elevado

Este ideal espiritual pasa, primeramente, por la conciencia constante de representar en los trabajos de la Logia la Orden de los Francmasones, en lo que ella tiene de mejor, de más respetable, de esencial.

Es la conciencia misma, la idea fija de Willermoz: “La Masonería es el vehículo de verdades raras e importantes”.

3. El trabajo necesario para alcanzarlo

Es el trabajo en su sentido más espiritual. Nada peor que una Logia que ronronea cómodamente en el confort espiritual del buen taller, creyéndose el mejor de los talleres, del taller “modelo a seguir”. Es el análisis profundo de los símbolos de la Logia, mediante la práctica más rigurosa del ritual, la exigencia de ese trabajo ante los Hermanos que la componen. 

III - La importancia de esta fiesta para cada uno de los Hermanos de la Logia


Este trabajo de rectificación debe ser continuado, también, para cada uno de los Hermanos.

A ese respecto, tres cosas nos parecen esenciales al Masón para su propia renovación:

1. El sentido del compromiso en la Orden;
2. La conciencia de una necesaria renovación;
3. El sentido del amor fraternal.

1. El sentido del compromiso en la Orden

El compromiso del Masón es algo de importancia capital. Sí, porque no es un compromiso triste, es el compromiso del hombre libre.

Y esta fiesta de renovación de la Orden, ¿no es también la fiesta de nuestro propio compromiso a renovarnos ante Dios, ante nuestros Hermanos y ante la humanidad? Nuestro compromiso en la Orden está gestado de verdadera libertad, es una simiente de verdad.

2. La conciencia de una necesaria renovación

Si no tuviéramos conciencia de esta necesidad, ¿estaríamos aquí en este momento? Se trata, como bien dice San Pablo, “de matar al hombre viejo para originar al hombre nuevo”, como haciendo eco a las palabras de Juan el Evangelista: “He aquí, que hago cosas nuevas”. En virtud de las maravillosas correspondencias que tiene con el milagro de la Unidad, la Orden, es también nuestro propio orden interior. Es verdaderamente lo propio de una Orden auténticamente iniciática que nos permite volver a encontrar nuestro orden interior. Es decir, que esta fiesta es también la fiesta de nuestra propia renovación en la Orden.

3. El sentido del amor fraternal

Es el Amor que nos renueva, que transfigura la mirada con que miramos a nuestros Hermanos. ¿Cómo pretender amar a Dios si somos incapaces de amar a nuestros Hermanos? Amar a tu Hermano por lo que él es realmente, por lo que él ES en el fondo de sí mismo, es así a la vez por uno mismo y por el otro, la renovación que revela cada uno a él mismo. En esto consiste la revelación que el Señor nos aporta en lo más profundo de nuestro corazón, allá donde el silencio y la pureza reciben Su Palabra reveladora.

Que podamos decir con el apóstol Juan, el bien amado del Señor, “sabemos que pasamos de la muerte a la vida porque amamos a nuestros Hermanos”. Es decir, que esta Fiesta es también la fiesta de nuestra propia renovación en el amor fraternal.

Para terminar, un deseo.

Que esta Fiesta sea vivida, el año próximo, como una verdadera fiesta, con toda la alegría, todo el amor fraternal y todo el esplendor que ella merece.

Que con esta ocasión, tengamos todos una plena conciencia de ser uno con esta Orden, la más antigua y respetable que nunca existió.

Que podamos, a la Gloria del Gran Arquitecto del Universo, en el nombre de la Orden, prepararnos en lo más profundo de nuestro corazón, allí donde cesan todas las vanas palabras, allí donde reina la Palabra, eternamente, a fin de que estemos verdaderamente renovados.




domingo, 2 de noviembre de 2014

El Culto Primitivo en el Régimen Escocés Rectificado.- Jean-Marc Vivenza


Extracto de su obra "Los Élus Cohen y el Régimen Escocés Rectificado", Capítulo V: "Expiación, purificación, reconciliación y santificación: los cuatro tiempos de la reedificación del Templo del menor espiritual"

"...¿cómo se va a traducir, para el Régimen Escocés Rectificado, esta ciencia del hombre, que procede directamente de la enseñanza martinezista sobre la cual se apoya, por medio de correcciones previas y significativas enmiendas efectuadas para volverla conforme a las verdades de la fe cristiana? De qué manera esta “ciencia” singular conseguirá, concretamente, coger forma para conseguir fundirse enteramente en los diversos grados y niveles de la “rectificación”, hasta tal punto que se volverá tan íntima con el Régimen Rectificado que es ahora relativamente delicado, debido al genio con el cual Willermoz supo, mediante suaves toques, distribuir los elementos de esta ciencia en su sistema, extraerla para proyectar sobre ella una luz que le permita aparecer en toda su integral profundidad y clara formulación.

La única manera de conseguir resolver estas legítimas cuestiones, cuya elucidación es indispensable si se desea llegar a comprender la esencia espiritual auténtica del Rectificado, es preguntarse en qué consiste el primer y mayor objetivo, el objetivo central del Régimen fundado por Jean-Baptiste Willermoz. Ahora bien, a esta pregunta se puede aportar una respuesta simple e inmediata, que nos es expuesta por la Instrucción secreta de los Grandes Profesos: “El único objetivo de la iniciación es conducir del Porche al Santuario”; lo que significa, positivamente, que el Rectificado, cuya finalidad es “esclarecer al hombre acerca de su naturaleza, su origen y su destino”, no posee otro programa que el de la “Reintegración”.

Es evidente, como lo mostrará Willermoz, que si el hombre no hubiese degradado su naturaleza librándose a la prevaricación, sería inútil iniciar hoy en día tal proceso de regeneración. Pero ahora, pudriéndose en su estado lamentable, un importante trabajo se le impone puesto que el hombre es “indigno de acercarse al Santuario”, trabajo que podría resumirse en la imperativa obligación para el Menor espiritual caído de obrar en recobrar su estado primitivo original, que fue el objetivo reconocido de la verdadera Iniciación por el intermedio de sus profetas y de sus enviados que prescribieron siempre “una multitud de lustraciones y purificaciones de todo tipo que exigían a los iniciados, y solamente tras haberles preparado de esta manera, les hacían descubrir el único camino que puede conducir al hombre hacia su estado primitivo y restablecerle en sus derechos perdidos” (Instrucción secreta). Si no hay otra finalidad para la iniciación, ni otro objetivo más precioso y vital, lo que sostendrá con gran fuerza y enérgica convicción Jean-Baptiste Willermoz, entonces se hace necesario organizar un camino, preparar una “vía” que se encarnará en lo que quiso ser, y se pensó en tanto que Orden de los Caballeros Bienhechores de la Ciudad Santa, la rectificación comprometida en 1778 en Lyon.

Curiosamente, para llevar a la práctica este proceso de reintegración del hombre, y casi invisiblemente dándole a primera vista un barniz “ético” o “moral”, que llegará hasta engañar a algunos Masones, y no los menos instruidos, el Rectificado retomará por su cuenta sin divulgarlo demasiado las tesis de Martinès relativas al culto primitivo, y reproducirá así los grandes principios de la doctrina de los Cohen: El hombre, ser espiritual menor, tenía que operar un culto. Era puro y simple, pero habiendo degradado su ser y desnaturalizado su forma, su culto cambió. Se ha vuelto sujeto a la ley ceremonial del culto. El hombre, que participa de la naturaleza divina y completa la cuádruple esencia, debe rendir un culto que corresponde a las cuatros facultades divinas de las cuales es imagen y semejanza”. Es cierto que el culto celebrado por los Cohen integraba elementos del culto celebrado por Adán, pero perfeccionándolos, haciéndoles más eficaces y justos: “Culto de expiación, purificación, reconciliación, santificación. El último corresponde al pensamiento divino, el tercero a la voluntad o al verbo, el segundo a la acción, el primero a la operación. El hombre en su primer estado solo tenía que operar para él un culto de santificación y de alabanzas. Era el agente por el cual los espíritus que debía traer de vuelta debían operar los otros tres. Al haber caído, debe operarlos él mismo. Estos cuatro cultos se designaban en la antigua ley por los 4 diferentes sacrificios que hacía el gran sacerdote, por las 4 especies de animales. También lo eran por los 4 tiempos, o fiestas principales, y por las 4 oraciones diarias. El verdadero culto fue enseñado a Adán tras su caída por el ángel reconciliador, fue operado santamente por su hijo Abel en su presencia, restablecido bajo Enoc quien formó nuevos discípulos, olvidado después por toda la tierra y restaurado por Noé y sus hijos, renovado luego por Moisés, David, Salomón, Zorobabel y finalmente perfeccionado por Cristo en medio de los doce apóstoles en la Última Cena”[1].

Este culto nunca será enseñado en términos directos a los miembros del Régimen Rectificado, puesto que Willermoz reservará su conocimiento, no práctico sino teórico, únicamente a los Caballeros Profesos y a los Grandes Profesos. Sin embargo, se conducirá a los hermanos del Régimen por un proceso de regeneración espiritual tal que cumplirán, sin estar realmente consciente de ello, los principios, las reglas, las leyes y ceremonias de este culto, llevándoles a comprometerse, lenta y armoniosamente, en una santa labor de regeneración espiritual durante todo el tiempo de su vida masónica. Sin embargo, el carácter fundamental del cuaternario va a tomar con el Régimen Rectificado, que se libera de los marcos de la masonería estructurada en tres grados de Aprendiz, Compañero y Maestro, tal evidente dimensión que va a posicionar al sistema de Willermoz en una actitud de brusca y, para algunos, chocante originalidad, de tal forma que se va a acoplar con las convicciones de la doctrina Cohen, que retoma para su propósito a este respecto y las hace completamente suyas. Así, para reedificar el templo tripartito destruido y en ruinas, el Menor de potencia cuaternaria deberá, en cuatro tiempos, reencontrar los elementos del culto original fundado sobre los cuatro sacrificios, las cuatro oraciones diarias y las cuatro fiestas principales. Descubrimos entonces mucho mejor por qué Willermoz, quien deseaba situar su Orden bajo los auspicios del “verdadero culto” y del sacerdocio primitivo, edificó su sistema masónico en cuatro grados y no en tres.
***

Volviendo con un sentido consumado de la pedagogía espiritual sobre las grandes líneas de la historia universal, Jean-Baptiste Willermoz, que observará sobre este punto una gran fidelidad con respecto a la enseñanza de Martinès de Pasqually, sobre todo cuando éste, como era natural, se fundaba y se basaba en la exposición de su doctrina sobre el texto y la letra de la Santa Escritura, llevará entonces toda la perspectiva de su sistema iniciático en una sutil y extremadamente realista obra de regeneración, siguiendo casi paso por paso las diferentes etapas que vieron a Adán, escuchando desgraciadamente al padre de la mentira, ser desposeído de su estado glorioso, luego expulsado del Edén para sufrir, en este mundo tenebroso, el espantoso duelo de un exilio que le valdrá, debido a una penosa expiación, al principio sufrida, pero que todo hombre tendrá que aceptar y poner en práctica para poder colaborar en el trabajo de purificación que permitió a la humanidad reencontrar la amistad de Dios y beneficiarse de la gracia reparadora y santificadora de su Hijo, ofrecida hoy en día gratuita y libremente a toda criatura deseosa de reencontrar el camino que conduce a la inefable comunión con el Eterno por la reconstrucción del Templo universal tripartito.

Estas tres partes del Templo universal, y por ende del Menor, van a ser particularmente marcadas y resaltadas en el seno del Régimen Escocés Rectificado, el cual, recogiendo y adaptando magistralmente la forma arquitectónica del Templo que Salomón edificó en Jerusalén (forma organizada según las diferentes estancias del santo edificio: Porche, Santo, y Sancta Sanctorum, perfectamente adaptable, al menos simbólicamente, en lo que debiera ser la reedificación espiritual de cada hijo de Adán), invitará a los hermanos a franquear los muros que les alejan, desgraciadamente, del recinto sagrado y, a continuación, penetrar piadosamente, bajando la cabeza con el sentimiento de su falta, en el interior de este majestuoso Templo para poder, finalmente, al entrar en el Santuario, alabar a la Divinidad y celebrarle un verdadero culto, magnificando la gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu, cantando la inmensidad de su Amor.

En este esquema tripartito de reconstrucción, todo participa de un gran y escrupuloso respeto hacia la Palabra de la Revelación, todo está en profundo acuerdo con la doctrina de los padres de la Iglesia, todo se corresponde con un exigente conocimiento de la realidad espiritual y antropológica que preside en el fondo la constitución interior de cada ser y condiciona rigurosamente los más mínimos progresos en su camino personal hacia el Reino de la Verdad.

Cuando trataban la cuestión del camino espiritual, los doctores de la fe hablaban efectivamente de un progreso que se descomponía en tres tiempos distintos, respectivamente: la purificación, la iluminación y la unión. La mayoría de los tratados al respecto explicaban con todo lujo de detalles lo que distinguía estos tres tiempos, y describían la manera de avanzar en el seno de estas etapas esenciales de la perfección cristiana donde el alma se purifica sintiendo su inteligencia, su memoria y su voluntad. Pero la juiciosa intuición de Willermoz fue la de conjugar, reuniendo los cuatro tiempos del culto primitivo con la reconstrucción tripartita del Templo universal, la perspectiva de la “Reintegración” tal como la describió Martinès de Pasqually, con los criterios seguros y sabios de la tradición secular de la teología ascética y mística. Esta pertinente “alianza” desembocará en la constitución de una arquitectura iniciática muy eficaz, respetuosa de los fundamentos de la Revelación, atenta al sentido simbólico propio que podían constituir para la criatura caída los grados de su retorno amistoso cerca de Dios.

Presentando al hermano de manera clara el Porche, el Templo y el Santuario como tantos recintos que tendrá que franquear para acceder a la plenitud de la iniciación que espera obtener de por su compromiso en la Orden, el Régimen Escocés Rectificado, al reconstituir con sus tres clases (Masonería, Caballería y Profesión) las tres partes tradicionales del Templo, se inscribirá desde entonces como una verdadera escuela de realización evangélica, a saber, volver a dar consciencia, aquí abajo, a cada miembro, hermano querido del Señor, del lugar que le corresponde y que le espera desde siempre en el Cielo cerca del Eterno.

Estas tres partes del Templo responden a un ternario que sabemos ocupa un lugar fundamental en el Régimen Escocés Rectificado, y van por tanto a desempeñar un papel central desde el punto de vista de la aplicación del trabajo iniciático que solo podrá apoyarse, claro está, porque todo depende de ello, todo procede de ello y todo conduce a ello, sobre el ternario en el sentido genérico del término. Robert Amadou publicó una tabla recapitulativa muy instructiva al respecto en su Prefacio a las Lecciones de Lyon, precedido de esta advertencia: “El ternario fue elegido entre las diez páginas del libro del hombre porque es necesario empezar con lo que se tiene. 3 es del mundo universal, según lo cual todo es producido, y número de las formas producidas; número del Verbo y del Espíritu Santo en acción, número de sus agentes creadores; número de nuestro mundo, pobres de nosotros, ricos de nosotros”.

Con el objetivo que sea un paradigma permanente en su sistema masónico, Willermoz, fino pedagogo, añade a este cuadro general los tres tiempos de la historia del hombre y de la reconstrucción de su Templo, insistiendo sobre el trabajo necesario derivado de la comprensión de esta puesta en perspectiva universal que condiciona, en cada período y para todas las generaciones que se han sucedido y que se sucederán en este mundo, el destino de los hijos de Adán esperando la reconciliación que les abrirá por fin las puertas del Reino: “Este término, escribirá Saint-Martin, solo será alcanzado por aquel que haya pasado por el crisol de la purificación, haya sufrido todas las pruebas que la justicia exige a los culpables menores y haya trabajado el tiempo requerido a la gloria del Gran Arquitecto del Universo. Esto será el salario que recibirá cada elegido cuando haya fielmente cumplido con los deberes de aprendiz y de compañero, para merecer ser recibido maestro, es decir, ser admitido al culto en el altar y a llevar el incensario”.

No podemos dejar de recordar las palabras dirigidas por el hermano Orador al nuevo iniciado del Régimen Escocés Rectificado, explicándole el sentido de los tres viajes que acaba de realizar: “Los tres estados de Buscador, Perseverante y Sufriente están tan ligados en el hombre de deseo que nos ha parecido necesario recordárselos juntos a través de cada uno de los viajes. Los tres viajes en la oscuridad han representado la penosa carrera que el hombre debe recorrer, los inmensos trabajos que debe realizar sobre su espíritu y sobre su corazón, y el estado de privación en el cual se encuentra cuando está abandonado a sus propias luces. La espada sobre el corazón designa el peligro de las ilusiones a las cuales está expuesto durante su carrera pasajera, ilusiones que no puede rechazar más que con vigilancia y depurando siempre sus deseos. Las tinieblas que os rodean designan también aquellas que cubrían todas las cosas en el principio de su formación. Finalmente, el guía desconocido que os ha sido dado para recorrer este camino figura el rayo de luz innato en el hombre, única vía para sentir el amor a la verdad y poder llegar hasta su Templo”.




[1] Las Lecciones de Lyon, nº 99, del sábado 22 de junio de 1776, W.