“Sírvete del don sublime de la palabra, signo exterior de tu dominio sobre la naturaleza, para salir al paso de las necesidades del prójimo y para encender en todos los corazones el fuego sagrado de la virtud” (Regla al uso de las Logias Rectificadas, Artículo VI-I)

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viernes, 30 de enero de 2015

Caballeros de la Luz nº 13 - Nuevo T.:M.:R.: en México DF



   El pasado día 14 de Diciembre se constituyó en la ciudad de México D.F. un nuevo Triángulo Masónico Rectificado con el título distintivo de Caballeros de la Luz, quedando registrado en el Gran Priorato Rectificado de Hispania con el nº 13. Este es el primer …


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martes, 6 de enero de 2015

La Oración.- Jean-Baptiste Willermoz

Mis pensamientos y los de los otros
B.M. de Lyon (Ms 5476)

El estudio sin la oración, dijo hace tiempo un sabio, es un verdadero ateísmo, y la oración sin el estudio una vana presunción. Esto quiere decir que quien cree poder adquirir una verdadera luz por el estudio y por la sola fuerza de su aplicación, piensa y actúa como un ateo, y quien presume de que para obtener el conocimiento de la verdad le es suficiente con pedirlo en sus oraciones, sin hacer ningún esfuerzo para descubrirla y sin meditar sobre sus vías, solo es un hombre presuntuoso, cobarde o indiferente ante ella. El primero sólo adquirirá una ciencia vana y peligrosa, el otro continuará en la ignorancia.  

[…]

Verdad eterna, tú me envuelves con tus rayos, pero las sombras tenebrosas se levantan sin cesar ante mi alma y me impiden elevar mi mirada hasta ti.

Todos los días, por la tarde y a media noche, por la mañana y al mediodía, te invoco con ardor. Mis esfuerzos son vanos e inútiles. El espeso velo de mis afecciones materiales priva mi vista de tu luz.

Las imágenes de los objetos a los cuales se libran mis sentidos, se colocan en gran número entre tu acción bienhechora y los débiles esfuerzos de mi voluntad; me desvían y me arrastran por sus ilusiones engañosas. Te me escapas y pierdo la esperanza de llegar a ti.  

Oh verdad sin la cual mi ser solo es nada, no cesaré de invocarte. Hasta que hayas satisfecho mi deseo, mis anhelos serán mi única existencia. Escucha mi voz, ven a activar lo que te pido con tanto ardor. Abjuro del amor a los objetos sensibles; solamente a ti amaré y contemplaré por siempre como mi única vida. Pues tú eres la vida del hombre, y sé con evidencia que mi destino es vivir siempre en ti y contigo.

[…]

¿Dónde podré encontrar la ciencia de la sabiduría? He pasado los días y las noches en la búsqueda y las meditaciones y aún me pregunto dónde se oculta. El hombre está lejos de conocerla y de saber su precio.  

No se encuentra ni en las profundidades del mar ni en los abismos de la tierra. ¿Dónde se halla pues esta sabiduría y esta inteligencia? ¿Dónde la podré encontrar? He consultado a todos los seres vivos; ninguno la ha percibido aún, y he  visto que no está en ellos… Solo Dios conoce la ruta que conduce hasta ella; sólo Él sabe dónde se encuentra. 

Cuando Él dio leyes a todos los seres, sometió a sus órdenes a los vientos y las tempestades y dirigió el rayo en la dirección que le impuso, la sabiduría estaba ante Él. Entonces, dijo al hombre: Solo encontrarás la ciencia y la inteligencia en el temor al Señor.