Le Phénix Renaissant, n° 5, 2019, pp. 90-91.
« La Ciencia del Hombre», Aclaraciones sobre la doble naturaleza.
A imitación de Jesús-Cristo, al cual debemos conformarnos y acomodar nuestra vida, una regla, que se podría designar fácilmente como un “principio”, debe convertirse en la disciplina sagrada del ser creado, del “menor espiritual” en su ascensión hacia las regiones celestes, a saber, “desapropiarse” de su voluntad y, por el desprendimiento consentido frente al tiempo y la duración temporal, la indiferencia a los términos y condiciones de su existencia, la distancia ante las circunstancias y eventos -conservando, en la medida de lo posible, una idéntica e igual quietud en cualquier circunstancia-, disposiciones acompañadas del abandono absoluto de su voluntad propia como sacrificio de expiación, entrando, por completo y plenamente, en la obra de unión indisoluble y absoluta con el Ser eterno e infinito “que es la bondad, la justicia y la Verdad misma”.
La vía iniciática, que es igualmente una « vía metafísica » de conocimiento ontológico, el de los misterios de nuestra doble naturaleza, que fue compartida por el Divino Reparador en el momento de su venida a este mundo y durante la duración de su ministerio terrenal, es el camino real de la comunión interior y la participación, por contemplación, de los misterios del Divino Infinito.
En diferentes lugares, y en numerosas ocasiones en varios de sus textos, Jean-Baptiste Willermoz insistió enérgicamente en esta misma ley que ya ha operado, y que operará hasta la consumación de los siglos, la santificación liberadora de las criaturas desde la generación de Adán, y que consiste en el sacrificio y el abandono de su propia voluntad y la entrega segura de su espíritu en Dios:
“Es siempre por la misma Ley que se opera la santificación de la universalidad de los seres emanados. Sólo será por el sacrificio voluntario del libre albedrío, por el abandono más absoluto de la voluntad propia, y por la aceptación de este abandono de parte Dios, que podrá efectuarse su unión indisoluble con aquello que opera su santificación. Miremos al hombre y consideremos la vía que le es así trazada para su rehabilitación, tanto para él como para su posteridad, allí encontraremos un nuevo sujeto para reconocer la inmutabilidad de la Ley divina según la cual se produce la santificación de los seres espirituales… [1]”
Nota.
[1] J.-B. Willermoz, 6º Cuaderno (1795 -1805), añadido en 1818, Renaissance Traditionnelle, n°80, octubre 1989.
* * *
Como ejemplo alegórico, relacionado con la divisa del Grado de Maestro Masón del Rito Escocés Rectificado, de este santo abandono a la Providencia, recogemos un extracto de la leyenda de San Brandán [2]:
“Empezaron a avanzar a toda vela hacia mediodía. Tenían buen viento y no necesitaban en absoluto remar, sino solamente maniobrar las jarcias para tener las velas hinchadas.
Después de quince días, el viento cesó y empezaron a remar tanto como pudieron, hasta que la fatiga se hizo demasiado grande. Luego San Brandán empezó a confortarles y dijo: “Queridos hermanos, no temáis resignaros a vuestra suerte y no perdáis el ánimo; ya que Dios es nuestra ayuda, nuestro navegante, y nuestro piloto. Recoged los remos y dejad el timón manteniendo solamente las velas tendidas, y que Dios haga lo que quiera de sus servidores y su nave”.
Hasta el momento de la víspera, no había habido ninguna señal de viento; poco después, las velas se hinchaban de vez en cuando, pero los hombres no sabían de dónde venía el viento, dónde iba, y hacia qué regiones arrastraba su destino. Cuando hubieron pasado cuarenta días y habían consumido todos sus víveres, apareció una isla hacia septentrión...”
Nota.
[2] San Brandán el Navegante (Ciarraight Luachra, Irlanda, c. 484 –
Enachduin, c. 578; en irlandés Breandán), también llamado Barandán, Borondón o
Borombón (a menudo «Samborondón» o «Samborombón»), fue uno de los grandes
monjes evangelizadores irlandeses del siglo VI. Abad del monasterio de Clonfert
(Galway, Irlanda) que fundó en el 558 ó 564, fue protagonista de uno de los
relatos de viajes medievales más famosos de la cultura gaélica medieval,
relatado en la Navigatio Sancti Brendani, una obra que fue redactada en torno a
los siglos X y XI.
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