“Sírvete del don sublime de la palabra, signo exterior de tu dominio sobre la naturaleza, para salir al paso de las necesidades del prójimo y para encender en todos los corazones el fuego sagrado de la virtud” (Regla al uso de las Logias Rectificadas, Artículo VI-I)

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domingo, 1 de febrero de 2015

¿Quién es San Andrés?


En el ritual de 4º Grado [del Rito Escocés Rectificado], conocido actualmente bajo el nombre de “Maestro Escocés”, aprobado en el Convento de las Galias de 1778, faltaba el último cuadro con la figura de San Andrés, así como la última instrucción que resume todos los puntos esenciales de la Masonería simbólica rectificada, elementos que fueron añadidos poco después del Convento de Wilhemsbad (1782).

En una carta, Willermoz explicaba el sentido del 4º Grado del Régimen Rectificado de la siguiente manera: “Solo tenemos un grado superior e intermediario entre los tres grados azules y la Orden Interior, denominado, como ya he dicho, Maestro Escocés de San Andrés. (…) Nuestro Maestro Escocés rememora y pone en acción en su recepción todas las grandes épocas históricas sobrevenidas al Templo de Salomón y a la nación elegida: la destrucción, la reedificación y la segunda dedicación del uno, la cautividad, el retorno a los combates del otro; pues no perdemos nunca de vista las revoluciones de este Templo único, ni el gran emblema del Maestro Hiram; todos estos objetos son puestos en escena ante los ojos del candidato por diversos tableros, de los cuales el último figura el paso de la antigua ley a la nueva ley por San Andrés, que deja a su primer maestro Juan el Bautista para seguir eternamente a Jesús-Cristo; aquí finalizan los símbolos[1].

Sin embargo, a pesar de su importancia en el Régimen Rectificado, pocos Hermanos conocen quién fue realmente San Andrés.

Parece, pues, interesante aclarar la figura de este gran santo y Apóstol que ocupa un lugar bisagra en el seno del sistema fundado por Jean-Baptise Willermoz.

San Andrés (+62), hermano de san Pedro, es el primero de los Apóstoles que conoció a Jesús-Cristo tras su bautismo a orillas del Jordán. No obstante, su llamada definitiva no se produce hasta el momento en que Jesús le vuelve a encontrar con su hermano Simón, lanzando las redes para pescar, en el mar de Galilea, y les dice a los dos: “Seguidme, yo os haré pescadores de hombres”.

Después de Pentecostés, Andrés predica en Jerusalén, Judea, Galilea, llegando a evangelizar a los escitas, etíopes, gálatas y otros diversos pueblos hasta Ponto Euxino. Los sacerdotes de Acaia se encargaron de enviar a las iglesias del mundo entero el relato de su martirio, del cual fueron testigos oculares. Ante el peligro del suplicio de la cruz dijo: “Si temiese esta dura prueba, no podría predicar la grandeza de la cruz”. Las personas corrieron en multitud, desde todos los rincones de la provincia, para la defensa del Apóstol ante la amenaza de muerte del procónsul. Pero Andrés se muestra, calma a la multitud de cristianos amotinados, los alienta a  la resignación y les recomienda que estén listos para el combate.       

Al día siguiente, amenazado de nuevo, le dijo al juez: “Este suplicio es el objeto de mis deseos; mis sufrimientos durarán poco, los vuestros durarán eternamente si no creéis en Jesús-Cristo”.

El juez, irritado, ordenó conducirle al lugar del suplicio. Durante el camino, el Apóstol consolaba a los fieles, aplacando su ira y haciéndoles partícipes de su felicidad.

Cuando de lejos vio la Cruz, clamó en voz alta: “Yo os saludo, oh Cruz consagrada por el sacrificio del Salvador; tus preciosas perlas son las gotas de su sangre. Vengo a ti con alegría, recibe al discípulo del Crucificado. Oh buena Cruz, tan largamente deseada, tan ardientemente amada, dame a mi divino Maestro. Que por ti sea admitido a la gloria de Aquel que por ti me ha salvado”.

Se despoja de sus vestimentas, las reparte a los verdugos, después fue atado a una cruz de forma particular, llamada desde entonces cruz de San Andrés. El Santo, desde lo alto de la Cruz, exhorta a los fieles, predica a los gentiles, los conmueve a todos. Una media hora antes de su último suspiro su cuerpo fue inundado de una luz celeste que desapareció cuando falleció.   

Como dijo Willermoz, San Andrés “figura el paso de la antigua ley a la nueva ley cuando abandona a su primer maestro Juan el Bautista para seguir eternamente a Jesús-Cristo”, recordándonos que la Nueva Alianza está ligada y unida a las alianzas anteriores que reincorpora y “realiza”, pero que la Encarnación de Jesús-Cristo manifiesta no solamente la continuidad de las promesas que establece sobre el plano celeste y divino sino que ante todo funda para siempre la “Alianza eterna” (Hebreos 13:20), Alianza perfecta, muy superior a la antigua, la Nueva Alianza que libera a la raza de Adán por efecto de la nueva ley de la gracia.     


Nota :

[1]. Pierre Chevallier, Louis Mathias de Barral, antiguo obispo de Troyes, franc-masón del Rito Escocés Rectificado, y un documento inédito sobre el Rito Escocés Rectificado (carta de Jean-Baptiste Willermoz); Mémoires de la Société Académique de l’Aube, t. 104 (1964‑1966), pp. 195‑213.

2 comentarios:

  1. muy aleccionador ,gracias mis RR QQ HH

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  2. Cuanto amor, cuánta emunah (Fe obediente), saberse contado entre los que alcanzaron misericordia y vida eterna, recordando las palabras del Apóstol San Pablo a los Filipenses" Para mi el vivir es Cristo y el morir es ganancia" Filipenses 1:21

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