en Esotérisme, Martinésisme, élus-coëns, Eschatologie, Doctrine, Polémique, Philosophie, Analyse, Chair, Matière, Critique
Tres nuevas
Lecciones de Lyon han sido actualizadas por Catherine Amadou en el fondo de los
archivos de la Biblioteca Municipal de Grenoble,
donde conserva sus tesoros, sabiendo que Léonard-Joseph Prunelle de Lierre
(1741-1828), i.o. Josephus eques a Tribus oculis, administrador
de la comunidad de Grenoble desde 1795 y por entonces Diputado en el Convento,
habiendo sido discípulo de Saint-Martin desde 1776, pasando los últimos años de
su vida con intensa devoción traduciendo los Salmos y el libro de Isaías fue,
con Joseph Gilbert, uno los íntimos más próximos al Filósofo Desconocido.
La
reproducción de un extracto de la lección de 17 de abril de 1776, intitulada
“Sobre los números”, podría eventualmente provocar cierta turbación en los
“sarcófilos” no arrepentidos y alejados de la doctrina martinesista, puesto que
podemos leer en el pasaje siguiente: “El hombre es la imagen y semejanza del
Creador, es por su cuerpo que es la imagen, y por su espíritu que es la
semejanza. Pero ¿cómo su cuerpo puede ser la imagen de un ser infinito que no
tiene ningún cuerpo? Ello es así porque es la imagen reducida de la imagen o
del plan espiritual que el Creador concibe al comienzo de los tiempos para la
creación universal que da a ejecutar a sus agentes; así, en este sentido, él es
la imagen corporal de la imagen espiritual divina”.
Nada de
sorprendente en estas líneas, pues el desarrollo corporal de Adán antes de la
Caída, estando destinado “a operar temporalmente las voluntades del Creador”
(Tratado 230), era un desarrollo corporal glorioso, ciertamente “imagen
corporal de la imagen espiritual divina”.
Por todo
ello se puede deducir, con cierto entusiasmo que nos hace sonreir ante algunos
fantasiosos intérpretes del pensamiento de Martines, que esta imagen corporal
“de la imagen espiritual divina”, de la cual Adán se beneficiaba antes de la
Caída, “contradice completamente la interpretación que dan al cuerpo ciertos
exégetas contemporáneos, pretendidamente (sic), ¿según Martines de Pasqually?”.
Evidentemente
no, pues simplemente se olvida por completo algo que es elemental y fundamental
sobre el asunto de la antropogénesis, a saber, que entre la forma corporal
original de Adán, y aquella de la que está revestido hoy en día, se ha
producido una tragedia: la Caída original.
Y esta
tragedia ha modificado “substancialmente” la naturaleza corporal de Adán, pues
Adán está provisto en el presente de una naturaleza corporal “degenerada” según
Martines.
Esto es lo
que escribe el taumaturgo bordelés: “Usted sabe que el Creador emanó a Adán
hombre-Dios y justo de la tierra y que estaba incorporado en un cuerpo de
gloria incorruptible. Usted sabe que, cuando él hubo prevaricado, el Creador lo
maldijo a él personalmente, junto a su obra impura, y maldijo después a toda la
tierra. Usted sabe también que, por esta prevaricación, Adán degeneró de su
forma de gloria a una forma de materia terrestre”. (Tratado, 43).
Esta
degeneración ha “operado” una transmutación del cuerpo de gloria en una forma
material pasiva de la cual el actual menor está constituido, que no soporta ya
ningún contacto con la materia tenebrosa sin destruirla: “teniendo en cuenta
que ninguna materia puede ver y concebir el espíritu sin morir o sin que el
espíritu disuelva y aniquile toda forma de materia en el instante de su
aparición”. (Tratado, 38).
Como escribe
Jean-Marc Vivenza, sobre quien nos apoyamos para desarrollar nuestro análisis: “Es
pues absolutamente imposible que haya podido permanecer, ni siquiera un simple
rastro, por muy ínfimo que este fuese, del cuerpo de gloria original de Adán en
la forma material impura actual que ha recibido en ‘punición de su crimen
horrible’, pues si tal fuese el caso, esta traza subsistente habría sido
inmediatamente un factor de disolución o de aniquilación de toda forma de
materia. Así, y esto es fácil de entender, la ‘substancia de esta forma
material’ (Tratado, 70) en la cual es aprisionado Adán (…) está destinada al
mismo fin que todo lo que es forma de materia aparentemente sólida pasiva, ella
debe desaparecer ‘en el tiempo prescrito y limitado por el Creador’ (Tratado,
91)”.
Esto mismo indicaba
Robert Amadou en su tiempo (+2006): “La materia reintegrada significa la
materia aniquilada, puesto que siendo nada su principio, su reintegración sólo
puede hacerse en la nada, es decir, que desaparecerá, excepto las formas
transmutadas”.
Así, a cada
menor le espera no una “espiritualización de su carne” corrompida sino su
aniquilamiento, es decir, “la reintegración de su forma corporal solo se
operará por medio de una putrefacción inconcebible a los mortales. Esta
putrefacción es la que degrada y borra por completo la figura corporal del
hombre y hace que se aniquile, lo mismo que el sol hace que desaparezca el día
de la superficie terrestre cuando la priva de su luz”. (Tratado, 111).
Así es, la
reintegración de la forma corporal material impura, según la doctrina martinesista verdadera, esto es, no
reinterpretada según un prisma deformante impregnado de concepciones
teológicas, es un acontecimiento que no tiene nada que ver con los sueños
ingenuos de algunos sarcófilos mal inspirados que traicionan alegremente el
pensamiento de Martines en beneficio de sus visiones personales fundadas sobre
opiniones religiosas.
Renaissance
Traditionnelle, nº 168, octubre 2012.
J.-M. Vivenza, La
doctrine de la réintégration des êtres, (Appendice IV, la transformation
substantielle d’Adam), La Pierre Philosophale, 2012, p. 199.