Extracto de su obra:
"La inmortalidad del alma"
escrita en el año 387 d. de C.
[XIII]
El alma no se
puede transformar en cuerpo.
[20]. Aquí
quizá nazca algún otro problema: a ver si así como el alma no puede perecer
tampoco se pueda transformar en una esencia inferior. En efecto, puede
parecerle a cualquiera, y no sin razón, que por esta argumentación se ha
demostrado que el alma no puede llegar a la nada, pero que tal vez se pueda
transformar en cuerpo.
Si lo que
antes era alma se hubiese hecho cuerpo, no por cierto dejaría de existir del
todo. Pero esto no puede suceder, a menos que o el alma misma lo quiera o sea
forzada por otro a serlo. Sin embargo, no se sigue de inmediato que el alma
pueda ser cuerpo ya sea que ella misma lo haya querido, ya sea que haya sido
forzada a serlo. Lo lógico es que, si lo es, lo quiera así o sea forzada a
ello; pero no se sigue que si lo quiere o es obligada lo sea realmente.
Ahora
bien, el alma nunca querrá ser cuerpo. Porque todo su impulso hacia el cuerpo
es o para cuidarlo o para vivificarlo o para que se organice de un cierto modo,
o para cuidarlo de alguna manera. Ahora bien, nada de esto puede hacer si no es
superior al cuerpo. Pero si es cuerpo, en realidad no será superior al cuerpo.
Por consiguiente, el alma no querrá ser cuerpo. Y no hay argumento alguno más
cierto sobre este asunto que cuando el alma se interroga de esto a sí misma. De
esta manera, pues, el alma comprueba fácilmente que no tiene ningún impulso si
no es o para hacer, o saber, o sentir algo, o tan sólo para vivir en cuanto
esto depende de ella.
[21]. Pero
si el alma es forzada a ser cuerpo, ¿por quién pues lo podrá ser? Por un ser,
que ciertamente sea más poderoso. Luego no puede serlo por el mismo cuerpo;
pues de ninguna manera se puede dar un cuerpo más poderoso que un alma. Por
otra parte, un alma más poderosa no podría forzar hacia algo, si no es a aquel
ser que está sujeto a su poder; ni en modo alguno un alma está sujeta al poder
de otra, si no por sus pasiones. Luego esa alma no puede forzar a otra más que
cuanto se lo permiten las pasiones de ésta a la que fuerza. Pero hemos dicho
que el alma no puede tener deseo de ser cuerpo. También es evidente que el alma
no llega a ninguna satisfacción
de su
deseo cuando pierde todo deseo; ahora bien, cuando se hace cuerpo lo pierde,
luego el alma no puede ser forzada a hacerse cuerpo por otro ser que no tiene
facultad para obligar sino en cuanto se lo permiten las pasiones de su
sometida. Finalmente, toda alma que tiene a otra en su poder, necesariamente
quiere más tener bajo su poder a ésta que no un cuerpo, y la quiere atender con
bondad o mandar con malicia. Por eso no querrá que se convierta en cuerpo.
[22]. En
fin, esta alma que fuerza o bien es un ser animado o bien carece de cuerpo.
Pero si carece de cuerpo, no existe en este mundo, y si es así es sumamente
buena y no puede desearle otra tan torpe trasmutación. Mas si es un ser
animado, o también es un ser animado aquélla a la que fuerza o no lo es. Pero
si no lo es, para nada puede ser forzada por otra. En efecto, no hay alma más
poderosa que la que existe en grado máximo. Mas si existe en un cuerpo,
asimismo es forzada por medio de un cuerpo por otra que existe en un cuerpo, a
cualquier cosa que sea forzada. Mas, ¿quién puede dudar que de ningún modo se
puede hacer una tan grande trasmutación en el alma por medio de un cuerpo? Sería
posible, pues, esto, si el cuerpo fuese más poderoso que el alma; aunque
cualquiera sea aquello a lo que el alma es forzada por el cuerpo, justamente lo
es no por medio de un cuerpo, sino por medio de sus pasiones, acerca de las
cuales ya se ha dicho bastante. Ahora bien, lo que es superior al alma
racional, según unánime afirmación, es Dios.
ÉL por
cierto cuida del alma y por eso el alma no puede ser forzada por ÉL a transformarse
en cuerpo.
[XV] Nuevo argumento que prueba que el alma no puede
transformarse en cuerpo.
[24]. Por último, si la unión del alma y del cuerpo no es local
aunque el cuerpo ocupe un lugar, el alma recibe antes que el cuerpo, y no sólo
antes sino más que el cuerpo, la impresión de estas razones sublimes y eternas
cuya existencia es inmutable y que ciertamente no están contenidas en el
espacio.
En efecto, tanto antes el alma es impresionada por estas verdades
cuanto les es más cercana, y por la misma razón tanto más, cuanto superior al
cuerpo; ni esta cercanía es acercamiento de lugar, sino de orden de naturaleza.
Pues en virtud de este orden se entiende que aquella suprema esencia por medio
del alma otorga al cuerpo la forma, por la cual éste es en la medida en que es.
El cuerpo subsiste a causa del atina y por ella misma es animado, ya sea universalmente
como el mundo, ya sea particularmente como cada uno de los vivientes dentro del
mundo. Por lo cual era lógico que el alma se hiciera cuerpo por el alma y que
en absoluto pudiera ser de otra manera. Mas como esto no sucede, permaneciendo
por cierto el alma en aquello que la constituye alma, el cuerpo subsiste por
ésta que le otorga la forma y sin que ella la pierde. El alma, pues, no se puede convertir en cuerpo. Si, en efecto, el alma
no comunicara al cuerpo la forma que ella recibe del Supremo Bien, el cuerpo no
existiría por medio de ella, y si no existiese por medio de ella, o no existiría
en absoluto, o él recibiría tan inmediatamente su forma como el alma; pero el
cuerpo no sólo existe, sino también si recibiese tan inmediatamente la
existencia como el alma, sería de la misma naturaleza que el alma: pues esto
interesa; puesto que si el alma es superior al cuerpo es porque ella recibe su
forma más inmediatamente que el cuerpo. Ahora bien, el cuerpo la recibiría de
una manera también tan inmediata, si no la recibiese por medio del alma: puesto
que, no habiendo ningún intermediario, seguramente recibiría su forma tan
inmediatamente. No se encuentra nada que esté entre la Suprema Vida, Sabiduría
y Verdad inmutable, y el último ser que es vivificado, esto es el cuerpo, a no
ser el alma que lo vivifica. Si el alma trasmite al cuerpo la forma, para que
sea cuerpo en la medida en que es cuerpo, por cierto dándole la forma ella no
la pierde. Ahora bien, la perdería si se transformara en cuerpo. El alma, pues, no se puede convertir en
cuerpo ni por su propia potencia, porque el cuerpo no subsiste sino en cuanto
ella subsiste como alma; ni tampoco puede llegar a ser cuerpo por la potencia
de otra alma, porque el cuerpo no se hace sino por transmisión de la forma por medio
del alma, y el alma no se transformaría en cuerpo sino perdiendo su forma, si
este cambio fuese posible.
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