“Sírvete del don sublime de la palabra, signo exterior de tu dominio sobre la naturaleza, para salir al paso de las necesidades del prójimo y para encender en todos los corazones el fuego sagrado de la virtud” (Regla al uso de las Logias Rectificadas, Artículo VI-I)

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lunes, 26 de noviembre de 2012

El hombre revestido de un cuerpo de materia. JB Willermoz




“La justicia de Dios, precisamente irritado por el exceso de ingratitud del hombre que acababa de abusar tan horriblemente de su amor y de sus dones, pronuncia un terrible juicio contra él y, como consecuencia necesaria, contra toda su posteridad; fue condenado a la muerte con la cual le había amenazado en caso de infidelidad. Le expulsa y destierra ignominiosamente del centro glorioso que había profanado, y le precipitó a las entrañas de la tierra, donde se vio obligado a revestirse de un cuerpo de materia con el que se arrastró sobre la superficie con los demás animales, con los cuales acababa de asimilarse.
En el exceso de su aflicción, y excitado por el consejo saludable de un diputado divino que le fue enviado, reclamó la clemencia del Creador, reconoció y confesó su crimen, y se sometió a la expiación.
La misericordia aceptó su arrepentimiento, y viéndole amenazado por toda la furia de su enemigo, de quien acababa de convertirse en esclavo, lo tomó bajo su protección para preservarle de los nuevos peligros a los cuales fue librado; y para humillar más fuertemente a su insolente enemigo, un poderoso Mediador y Reparador le fue prometido para venir a rehabilitarle durante la duración de los tiempos; este vino, y por su sacrificio voluntario expiatorio del crimen del hombre ha devuelto a la vida eterna a todos los que han querido y a aquellos que querrán, hasta el fin de los tiempos, reconocer su mediación poderosa”.

Jean-Baptiste Willermoz, 2º Cuaderno, Respuesta a la 1ª cuestión del Hermano Lajard de Montpellier, del 22 de marzo de 1818, sobre la eternidad de las condenas.

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