Memoria dirigida por Joseph de Maîstre
al duque Ferdinand de Brunswick-Lunebourg,
Gran Maestro de la Masonería Escocesa
de la Estricta Observancia,
con ocasión del Convento de Wilhemsbad de 1782
"Luego, si podemos concebir y ejecutar nuestros
planes con la mayor libertad, ¿debemos dejar subsistir alguna cosa de la Orden
de los T(emplarios)? Aunque no ignoramos que, sobre esta cuestión, varios
hermanos se han pronunciado afirmativamente[1], parece,
sin embargo (si ello no les incomoda en gran manera), que multitud de
consideraciones deben llevarnos a la opinión contraria.
Si
se quiere, pasemos por alto el palpable inconveniente de exponernos en vano, y
correr el riesgo de alarmar a gobiernos suspicaces sin ningún aspecto favorable
para nosotros ni para nuestros semejantes[2]. Ya
hemos hablado bastante sobre esta consideración. Juzguemos mejor las cosas por
sí mismas.
La
idea de un monje soldado no podía nacer más que de una cabeza del siglo XII.
Pero que en el siglo XVIII exista una sociedad que tenga como objetivo
principal celebrar las desgracias de una de esas fraternidades guerreras, y que
se honre pertenecer a ella por una filiación más que sospechosa, es lo que
puede parecer un poco singular.
Hablemos
solamente de la Orden de los T(emplarios), ¿por qué razón merecen la consideración
del género humano? Protegían, se dice, a los cristianos que su piedad conducía
al Santo Sepulcro. Pues bien, todos esos cristianos hubieran hecho mejor
rogando a Dios en sus parroquias[3].
Es a ellos a quien se debería decir:
Est-ne
Dei sedes nisi Terra et Pontus et Aer?
Et coelum et Virtus? Numen quid quoeritis ultra?[4]
Y aunque tuviéramos en
cuenta a los Caballeros T(emplarios) este pequeño mérito, estaremos obligados a
reconocer que no lo conservaron durante largo tiempo. Sesenta años después,
vemos su institución en Francia y en el resto de Europa; y desde entonces se
sabe cuál fue su conducta. A Dios no le place que se intenten adoptar las
horribles acusaciones en contra de esos desventurados. Pero reconozcamos
también que el hombre estimable no tiene necesidad de probar que no es un
monstruo. Es cierto que las costumbres de los T(emplarios) eran malas; y quizás
no haría falta otra prueba que la de la opinión pública, a la vista de una
expresión proverbial que cuatro siglos más tarde aún podemos encontrar en la
lengua francesa[5].
Parece
pues que todo nos invita a romper completamente con la Orden de los
T(emplarios). Todos los cambios proyectados nos muestran esa necesidad. Nos
preguntamos si no es un escarnio renunciar a los bienes, a la regla, al nombre
e incluso al hábito de la Orden, y sin embargo obstinarse en querer ser un
T(emplario). Si se puede hablar claro, diré: es a la vez querer serlo y no
serlo. En una palabra, si la masonería no es más que un emblema de los
T(emplarios), ésta no es nada, y es preciso trabajar sobre un nuevo plan. Si
por el contrario es más antigua, razón de más para que los hombres renuncien a
las vanas fórmulas y dejen las palabras por los hechos.
Se
puede objetar que hay razones para creer que los T(emplarios) estaban
In(iciados). En ese caso, tendremos motivo para asombrarnos de que hubieran
aprovechado tan poco conocimientos tan sublimes. Por lo demás, es cierto: 1º:
que la In(iciación) es más antigua que los T(emplarios); 2º: que subsistió
después de ellos; 3º: que para propagarse entre los hombres elegidos no
necesitó del ministerio exclusivo de sus pretendidos sucesores. Luego,
suponiendo que los T(emplarios), o lo que parece más probable, algunos de
ellos, hubieran poseído la ciencia, no sería razón suficiente para nosotros
pretender identificarnos con su Orden.
Parece
incluso que debe darse un paso más y proscribir absolutamente en la nueva
formación todo lo que tenga que ver con la caballería. Esta especie de
instituciones son excelentes, pero hay que dejarlas en su lugar. La nobleza es
una de esas plantas que no puede vivir si no es al aire libre. ¿De qué sirve un
caballero creado a la luz de las velas en el fondo de un apartamento, cuya
dignidad se disipa cuando se abre la puerta? En general, desearía vivamente ver
desaparecer todas las palabras que no signifiquen hechos.
Como
es lógico, antes de construir, hay que allanar el suelo, y nos ha parecido
conveniente examinar lo que no debemos ser, antes de buscar lo que debemos ser.
No queda más que tratar de esta segunda cuestión".
[1] Tal era la
opinión de Willermoz, como escribió a Maîstre el 9 de Julio de 1799 (expediente
Iluminados).
[2] La tesis del
origen templario tenía un carácter más bien hostil ante la Monarquía y el Papado.
[3] Maîstre
cambiará más tarde su opinión sobre las Cruzadas. Cf. Du Pape, discurso
preliminar, y 1. III, Capít. VII. “Nunca he podido soportar que hablaran en
contra de las Cruzadas. Son palabras de villanos”, escribía él mismo, el 20 de
Julio de 1819 al oficial de la marina rusa que lo había traído de Rusia a
Francia. Oeuvres complètes, tomo XIV,
pág. 180.
[4] ¿Acaso Dios
tiene otra sede que la Tierra, el Mar, el Aire, el Cielo y la Virtud? ¿Por qué
buscáis en otra parte la divinidad? - Lucain.
[5] Beber o jurar
como un templario.
xquisito...compañeros..vais bien en la senda...construir es servir y viceversa...gracias...tres puntos no siempre son puntos suspensivos,sino como este caso digno reflejo de la orden...
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